Conviene repetirlo de vez en cuando al pensar en WOMAD o en la ciudad donde se celebra, como recuerda su directora Dania Dévora: Ya no se puede entender WOMAD sin Cáceres, ni Cáceres sin WOMAD. Se cumplen treinta ediciones de este festival multicultural como un rito, es decir, como la realización de una expresión intrínseca a Cáceres: en el modo en que transcurren sus cuatro días y sus momentos previos, en sus escenarios urbanos, en sus músicas y danzas, en sus colores, en todo su movimiento singular y en los gestos y palabras comprometidos con una sociedad que aspira a la igualdad, la tolerancia, la comprensión y la aceptación. Cultura, sí. Diversión, sí. Acción social, también.
La experiencia íntima y pública del mundo se manifiesta en WOMAD Cáceres a través de sus músicos, que nos traen noticia de ese mundo (del norte y del sur, del este y el oeste reunidos en una única latitud), que ellos enriquecen a través de la música en un doble movimiento: el de aquellos intérpretes, como Justin Adams, Omniversal Earkestra o Yīn Yīn, que desde la tradición occidental (del pop al rock, del funk al hip hop) viajan a África, a Asia, al encuentro de las tradiciones locales para absorber de ellas sus esencias rítmicas, y el de aquellos intérpretes como la legendaria cantante peruana Susana Baca, la marroquí Yousra Mansour o el ghanés Gyedu Blay Ambolley, que partiendo de sus propias tradiciones la amplían con sonidos occidentales, expandiéndolos en una melodía propia, pero justamente global.
Esas y otras músicas, las de TootArd, las de Valeria Castro, las de Delgrés o las de BCUC, cantan a la diversidad, a las raíces, pero también a la experiencia propia y colectiva de las gentes de los países de donde provienen sus creadores: la de la inmigración, la de las ansias de libertad, las de la renovación social.
Este caudal cultural se vuelca en Cáceres como una puerta abierta a los demás, que es una de las grandes aportaciones del festival y la que quizá ha modelado benéficamente durante treinta ediciones el espíritu de sus ciudadanos. Saber mirar es saber mirar a los otros. Y en este cruce de miradas, WOMAD Cáceres propicia que la ciudad se mantenga como un baluarte de los mejores valores de cualquier sociedad.